Acompañar no es pared sino puente, unión de almas.

Simplemente estar ahí, presente, al lado de quien te necesita. No es indispensable hablar, ni hacer algo especial. Lo importante es comunicar al otro que uno está unido con la alegría, o la tristeza; que está viviendo el ser querido. 

 Lo que vale es respetar siempre el pedido, verbal o silencioso, latente o manifiesto de compañía o de soledad. 

 Acompañar es intuir la carencia del otro: es cuidar, proteger, sin molestar o dañar. 

 Es tarea de amigos, de amores, de seres que se sostienen en la hermandad de los afectos. 
Es un servicio de lealtad 





 Es un punto de contacto, más cerca de los sentimientos invisibles que de la mera proximidad física, ostensible. 

 Se puede estar “cerca” de alguien. 
También es posible estar unidos en la distancia, y próximos en el corazón. 

 A veces los sentimientos se filtran por las fronteras inventadas por los mismos protagonistas. 





Acompañar no es pared sino puente, unión de almas. 

 Hay proximidades que agobian y aíslan mucho más que la soledad misma. 

 “Y qué le digo”?, 
preguntó alguien, temeroso de sus propias emociones ante el dolor de un conocido… 

 “No digas nada, absolutamente nada”, respondió la sensibilidad.

 Lo que importa es estar ahí en el momento justo.


Los amigos del corazón

El tiempo que pasamos con cada amigo es lo que hace a cada amigo tan importante.
Las amistades se constituyen de a pedacitos. Pedacitos de tiempo que vivimos con cada persona.
No importa la cantidad de tiempo que pasemos con cada amigo, sino la calidad del tiempo que vivimos con cada persona. Cinco minutos pueden ser más importante que un día entero.





 Así, hay amistades hechas de risas y dolores; otras de la escuela, otras de salidas, cine y diversión; también están aquellas que nacen y no sabemos por qué, pero sabemos que están presentes. Tal vez están hechas de silencios compartidos o de mutua simpatía que no tiene explicación.

 Hoy también hay muchas amistades hechas solo de e-mails, nuestras “amistades virtuales” nos hacen reír, pensar, reflexionar. Aprendemos a amar a las personas sin juzgarlas por su apariencia o modo de ser, sin poder etiquetarlas (como a veces hacemos inconscientemente).





 Hay amistades profundas que nacen así. Saint-Exupery dijo: “fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante” El tiempo que pasamos con cada amigo es lo que lo hace importante. Porque el tiempo “perdido con amigos no existe es tiempo ganado, aprovechado, vivido. Son recuerdos para un momento o para toda la vida.

Un amigo se torna importante para nosotros y nosotros para él, cuando somos capaces, aún en su ausencia, de reír o llorar, de extrañar o querer estar bien cerca de él sólo para disfrutar de su compañía. Podemos tener varios mejores amigos de diversas maneras.





 Lo más importante es saber aprovechar al máximo cada minuto vivido y tener después, en nuestros recuerdos, horas para pasar con ellos, aunque estén lejos.


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